Lila Pinto (2019) sugiere que para innovar en la escuela es necesario penetrar en su “núcleo duro”, es decir, en aquellas cuestiones que conforman la gramática escolar. El tiempo, el espacio y los recursos son algunas de estas variables que hacen a la cultura institucional y que se deben repensar para avanzar en el proceso de la innovación escolar.
Así como el docente y los mismos estudiantes tienen un rol formativo, el entorno también educa, por lo que debemos lograr que este esté alineado a la cultura institucional de la escuela, al servicio del aprendizaje y que acerque a la escuela a su misión. Como dice Rosan Bosch (2018), el espacio y la disposición de los tiempos y recursos puede generar unas condiciones que son necesarias para que el aprendizaje sea significativo, para que los estudiantes puedan desarrollar competencias como autonomía o flexibilidad, para que se puedan diversificar con mayor facilidad las propuestas de enseñanza logrando enseñar en aulas heterogéneas, entre otros.