Las demandas educativas del siglo XXI hacen indispensable replantearse los modelos tradicionales de gestión y liderazgo en las escuelas y apostar por un enfoque centrado en lo pedagógico, en el liderazgo distribuido, en el desarrollo participativo de la escuela y en el crecimiento profesional docente. El modelo de liderazgo pedagógico engloba estos aspectos y se perfila como el más efectivo para lograr mejoras sostenidas en la escuela. El liderazgo docente es un elemento esencial de este modelo y se ha acreditado también en los últimos tiempos como rasgo fundamental de la escuela exitosa.
¿Cómo es el mejor docente que has tenido?, ¿qué hacía en clase?, ¿cómo se comunicaba?, ¿cómo te hacía sentir? Probablemente muchas de las respuestas a estas preguntas hacen referencia a conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes relacionadas con el desarrollo emocional.
El trabajo del docente dentro del aula y, en general, dentro de las instituciones, es un trabajo en equipo en el que la cohesión es fundamental para lograr objetivos y producir sinergias. En esta cohesión tiene un papel esencial el docente, como líder del equipo y como modelo de referencia para los alumnos.
Liderar es influir para que las personas se movilicen hacia la consecución de objetivos comunes. Un docente que ejerce bien su liderazgo comunica, motiva y moviliza, generando convicción e implicación entre los miembros del equipo, es decir, entre sus alumnos y colegas. El docente que es un líder positivo despierta sentimientos de respeto, compasión, agradecimiento, libertad, etc.
Además de ser líder en su propia aula, el docente también puede ser líder y referente fuera de ella. En la escuela de hoy se requiere contar con docentes que puedan tener una perspectiva más amplia que exceda los límites de su aula/materia. Para ello se hace necesario poder pensar en clave de equipo, promover la colaboración y el trabajo en equipo. Los docentes acentúan su liderazgo en la medida en que son capaces de profundizar y debatir con sus colegas y generan redes de confianza y apoyo. Su aprendizaje profesional se vuelve más relevante en comunidades de aprendizaje.
Sobre esta base, se hace necesario repensar el rol del docente como líder, con la posibilidad de generar nuevas experiencias, más innovadoras y con una perspectiva más amplia de las necesidades de sus alumnos. Se ha de entender que el concepto de liderazgo docente va más allá del hecho de que asuman posiciones formales o tareas de liderazgo. Se trata, más bien, de que el docente se vuelva un verdadero y comprometido representante de la cultura de aprendizaje y mejora vivida en la escuela y desarrolle actitudes y prácticas de liderazgo individuales, sin que estas necesariamente respondan a una posición formal en el organigrama de la escuela.