La matemática, y de un modo particular su enseñanza dentro de las escuelas, ha sido un tema de análisis y debate durante mucho tiempo, continuando vigente aún en estos días.
El contexto actual necesita que nuestros estudiantes sepan de contenidos, los reconozcan pero más aún los requiere ávidos de saber utilizarlos en las situaciones correctas, de transformarlos en herramientas a su alcance, y de tener las habilidades necesarias para desenvolverse en un mundo que no los vuelve mejores actores sólo por saber una fórmula de memoria sino más bien por llegar a la solución deseada a través del camino más original y creativo que se pueda crear con los recursos disponibles.
Para lo anterior es imprescindible pensar en un trabajo que coloque al estudiante en el centro de la escena, contemplando no sólo el perfil del egresado al que se apunta en cada institución, sino también definiendo aquellas capacidades que se consideran prioritarias para su abordaje y desarrollo. Se trata de avanzar hacia el objetivo propuesto por Ita vinculado a promover las alfabetizaciones, la comprensión de contenidos emergentes y el desarrollo de capacidades.
Además, para lograr una comprensión profunda de la matemática, es fundamental avanzar en la promoción y construcción de aprendizajes dotados de sentido, que se alcancen gracias a ofrecer experiencias auténticas de aprendizaje. Esto posibilitará que los estudiantes se transformen en sujetos capaces de continuar aprendiendo a lo largo de toda su vida gracias a la adquisición de las herramientas necesarias para poder hacerlo. Este objetivo vinculado a las experiencias de aprendizaje con sentido constituye una de las claves para la innovación pedagógica.
Por último, pero sin agotar aquí el amplio listado de posibilidades que ofrecen este tipo de propuestas, existe un fuerte compromiso para con la comunidad profesional en relación al fortalecimiento de sus tareas desde una mirada reflexiva que potencia el trabajo de los docentes, convirtiéndolos en actores que se sumergen en un proceso de constante revisión y mejora de sus propias prácticas entendiendo a las mismas no sólo como un hecho individual y aislado sino como parte de un entramado de relaciones que vuelve necesaria la proyección de este tiempo de acciones de manera sostenida a través del tiempo. Este punto constituye uno de los pilares para asegurar las condiciones organizacionales para la transformación educativa.